Comencemos por el principio.
Parte de la culpa debe recaer en los pies del Congreso de los Estados Unidos que aprobó la Ley Jones-Shafroth en 1917. Otorgó la ciudadanía estadounidense a los residentes en Puerto Rico. También condujo a la exención de los bonos municipales de Puerto Rico de los impuestos federales, estatales y locales sobre la renta.
Como era de esperar, los continentales en busca de ingresos triples libres de impuestos comenzaron a comprar más y bonos de Puerto Rico y, el gobierno puertorriqueño comenzó a usar cada vez más las ganancias para pagar su creciente deuda en lugar de los ingresos fiscales reales.
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Luego, en 1984, una corrección técnica a la ley de bancarrota agregó lo siguiente: “Estado” incluye el Distrito de Columbia y Puerto Rico, excepto con el propósito de definir quién puede ser un deudor bajo el capítulo 9 de este título “(HR 5174 (98): Enmiendas de bancarrota y Ley Federal de Jueces de 1983. Hasta 1984, Puerto Rico gozó de la misma protección bajo el Capítulo 9 que Detroit.
A raíz de la Gran Recesión de 2008 – 2009, aumentó el éxodo de trabajadores puertorriqueños que buscaron mejores empleos y vidas en los Estados Unidos. Mientras que el gobierno de relaciones públicas continuó gastando los ingresos municipales para pagar la deuda. El éxodo de los ingresos fiscales combinado con una política fiscal tonta llevó al Territorio al resultado inevitable de un abrumador déficit fiscal.
La solución, si hay una, no es simple. De hecho, desde la década de 1990, los economistas se han centrado en la austeridad o en los planes de estímulo para resolver problemas como el que enfrentan las relaciones públicas ahora. Según Paul Krugman, ninguno de los dos ha funcionado muy bien (El engaño de austeridad | Paul Krugman). Por supuesto, no han funcionado muy bien porque ni la austeridad ni los planes de estímulo estuvieron acompañados por una reducción proporcional de gastos, desperdicio, fraude, abuso y corrupción. Sí lo dije.
Gracias a dicha planificación, todo el mundo está enganchado a planes de estímulo y bajas tasas de interés. Si continúa sin cesar, eventualmente no solo los países y territorios relativamente pequeños e indisciplinados fracasarán, todos los bancos centrales que los rescatarán enfrentarán una pérdida de confianza y un colapso. La única cura es trabajar duro, gastar menos y pagar su deuda. No es una ciencia exacta.