En realidad, el vínculo entre productividad y costo de producción es mucho más estricto que entre productividad e ingresos. Para ilustrar, considere una empresa en una industria competitiva: una granja de trigo. La granja vende su producción a cualquier precio que el mercado determine, y también compra sus insumos (mano de obra, productos químicos, semillas, etc.) a precios fijos. Una medida simple de la productividad es el valor de los insumos que cada granja requiere para producir 1 tonelada métrica de trigo, es decir, su costo de producción. Si nuestra granja es 10% más productiva que la granja promedio, entonces sus costos son 10% más bajos por tonelada, mientras que sus ingresos por tonelada son los mismos que en todas las demás granjas. Ese beneficio adicional aumenta los ingresos del dueño de la granja. Pero también estimula a otros agricultores a aprender qué está haciendo su vecino más exitoso y a hacer lo mismo. A medida que lo hacen, la producción aumenta y el precio del mercado cae, hasta que todos obtienen retornos suficientes para mantenerlos en la agricultura.
En esta situación de equilibrio competitivo, cualquier agricultor que no pueda operar de la manera más productiva posible, es decir, de una manera que minimice los costos, recibirá un ingreso de la agricultura que está por debajo de lo que podría estar ganando en otro lugar, lo que eventualmente empujarlo fuera de la agricultura.
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